miércoles, 31 de octubre de 2012

Noa

Era el año de la Luna. Todos llevaban esperándolo desde que los antiguos brujos habían visto que en ese año sería el fin. El fin de todo lo que ellos conocían y el principio de algo nuevo, totalmente desconocido. Apenas faltaban unas horas para que la campana del Templo Mayor anunciara  que el nuevo año entraba. 

Todos los habitantes de Tierra Azul se habían metido en sus casas, en las que rezaban a todos los dioses: desde la diosa Ancara hasta el dios Zeon. Los brujos se habían encargado de colocarlos por orden alfabético para que ningún creyente se olvidara de ninguno.

Las puertas de las pequeñas casas permanecían cerradas, al igual que todas las ventanas. Tierra Azul no se parecía en nada a lo que en otros tiempos había sido en fechas como ésas: el final de un año suponía un motivo de fiesta y alegría ya que, según las leyendas, ningún año sería peor que el anterior. Sin embargo, esta vez tras las visiones de los brujos, todo había cambiado.

Cansada de permanecer en su casa, arrodillada y haciendo ofrendas a los dioses, Noa salió con cuidado por la ventana que daba a la parte trasera de la casa. Desde que había empezado  a tener uso de razón ella no creía en las visiones de esos brujos. Consideraba que eran unos estafadores que, a través de lo que decían que eran predicciones, manejaban a su antojo a los habitantes de Tierra Azul. 

Enfadada con todos por dejarse llevar por esos cuatro ancianos vestidos de negro, salió caminado por el bosque. La noche no la asustaba, por algo compartía nombre con la diosa del valor y la valentía. Guiándose por la luz de la luna, llegó hasta el templo en el que solían rezar. Los días anteriores apenas se había pasado por allí tratando de evitar a las multitudes que se agolpaban a sus puertas cargados de toda clase de productos para ofrecerles a los dioses y de este modo, poder salir bien parados del cambio que se avecinaba.

A medida que sus pasos la acercaban al templo, su oído empezó a percibir sonidos. Al principio no eran más que murmullos, pero cuando Noa llegó a la puerta pudo escuchar con claridad. En el interior del templo se hallaban los cuatro ancianos brujos acompañados de sus lacayos.

Con especial cuidado, Noa se acercó por una de las ventanas. A través de ella pudo comprobar como las personas que allí se encontraban estaban cargando todas las ofrendas en carros. Desde animales, pasando por productos elaborados por los artesanos del lugar hasta piezas de oro ofrecidas por los más pudientes. Todo, se lo estaban llevando todo. 

Noa, enojada por lo que estaba viendo, no sabía que hacer. Si los interrumpía se inventarían algo en su contra y la tacharían de hereje. Tampoco podía avisar a nadie ya que todos estaban asustados en sus casas y nadie tendría el valor de salir a comprobar si sus palabras eran ciertas. De repente, una idea brotó de su cabeza. Lo mejor sería hacerles pagar con su propia medicina. 

Tratando de no ser vista, Noa entró en el templo. Los brujos estaban demasiado ocupados regocijándose con todos los productos que pronto tendrían en su poder, por lo que no le fue difícil pasar desapercibida. Con extremo cuidado de no hacer ni el menor ruido, Noa se colocó detrás de la figura de grandes proporciones que representaba a la diosa con la que compartía nombre. Una vez a cubierto, con voz seca y sin dudar se puso hablar:

- ¿Qué pensáis que estáis haciendo insignificantes humanos? ¿Acaso creéis que podéis robar las ofrendas que nos pertenecen a nosotros, los dioses?

Los cuatro brujos y sus lacayos no sabían qué hacer ni dónde esconderse. Mientras tanto Noa, que empezaba a disfrutar del espectáculo, continuó:

- ¿Ahora no tenéis palabras? Os diré una cosa, si no queréis enfrentaros a mi ira sólo os daré una oportunidad: dejad todo tal y como estaba y salid de Tierra Azul antes de que amanezca. Vuestros lacayos serán libres y le comunicarán al pueblo lo que ha sucedido. 

Todavía no había terminado de hablar cuando los cuatro ancianos salieron corriendo del templo. Una vez fuera, cogieron los carros y se fueron. 

Al amanecer, los habitantes salieron de sus casas temerosos de lo que podrían encontrarse. Fuera, el suelo estaba cubierto por una fría sustancia que nunca habían visto. Ése era el cambio que les tenían preparados los dioses: era la primera vez que nevaba en Tierra Azul. 

Fuente: aquí


3 comentarios:

  1. Que hermoso *_*!
    Te sigo y te invito a que te pases x mi blog.
    Besis.

    ResponderEliminar
  2. iuu, que boniiito!! Yo también te sigo,me gusta mucho tu blog. Cuando puedas, te agradecería que te pasaras por el mío (las dos estamos empezandoo jiji) : D
    Besoss!

    ResponderEliminar
  3. bastante creativo. Tienes mucha habilidad para escribir. Me hubiera gustado mas una historia un poco mas larga, pero en general estuvo bien. Eres excelente redactando (que envidia) jeje.

    ResponderEliminar